“Falacia” mereológica de las neurociencias: ¿Estamos todos mal?

La falacia mereológica consiste en un uso deficiente del lenguaje para describir procesos mentales y cerebrales. Atribuir a las partes propiedades que sólo son atribuibles al todo. Este error lingüístico suele conducir a la confusión y a la posterior generación de neuromitos.

ARTÍCULOS DE DIVULGACIÓN

Gustavo Guillén

7/23/20229 min read

La mereología en Filosofía es el estudio de las relaciones entre las partes con otras partes, así como de las partes con el todo.

La falacia mereológica consiste en un uso deficiente del lenguaje para describir procesos mentales y cerebrales. Atribuir a las partes propiedades que sólo son atribuibles al todo. Este error lingüístico suele conducir a la confusión y a la posterior generación de neuromitos.

Esto fue reflejado En el libro Philosophical foundations of neuroscience del 2003, donde el neurocientífico Maxwell Bennett y el filósofo de la mente Peter Hacker, realizan una crítica hacia las neurociencias, argumentando que al igual que el dualismo cartesiano entendía la mente y el cuerpo como dos elementos diferentes, hoy se sigue cometiendo el mismo error conceptual: donde antes se nombraba al alma, espíritu o al cogito cartesiano como sujeto de atributos psíquicos, ahora se nombra el cerebro.Ejemplo: Cuando decimos que el halcón vuela o que el leopardo corre, atribuimos el vuelo o la carrera al halcón o al leopardo en su totalidad. No tendría sentido decir que las alas del halcón son las que vuelan o que las patas del leopardo son las que corren.

La “falacia” que no es falacia, pero que sí puede generarlas

El argumento mereológico en realidad no es una falacia, pues no parte de un razonamiento errado per se, sino de una predicación ilícita, una imprecisión y simplificación en el lenguaje, que se manifiesta en diferentes grados conduciendo a inferencias y argumentos no válidos, por lo que puede llamarse un posible generador de falacias (o sea que se vuelve falaz en un sentido lingüistico).

Los casos más marcados de esto es el de los couches y las pseudociencias, donde podemos ver imprecisiones y sobre simplificaciones como “la oxitocina es la hormona del amor y la dopamina es la hormona (en realidad es neurotransmisor) del placer y la felicidad”. Esta tendencia reduccionista se conserva en algunos portales de divulgación científica (quien esté libre de pecado...), pues muchas veces viene perdurando incluso desde los investigadores y especialistas de la materia.

Pragmatismo vs Mereología: los debates aún no llegan a un consenso

Esta inferencia a la hora de interpretar la información sobre el cerebro utilizando estos “atajos” en el lenguaje para resumir y tener una mayor comprensión por el público (tanto académico como no académico) resulta verdadera pragmáticamente -es práctica y efectiva hasta cierto punto-, pero cuestionable desde una perspectiva filosófica, - Si yo hablo contigo, me dirijo a un individuo completo e independiente, no solo a una masa de neuronas que aumentan y disminuyen su actividad electroquímica soportada por células gliales, ¿verdad?.Sin embargo, el concepto de la falacia mereológica no es aceptado unánimemente en el campo de las neurociencias ni entre los filósofos de la mente, como es el caso de John Searle y Daniel Dennett, quienes defienden que no es incorrecto atribuir acciones al cerebro y a sus subsistemas.

En palabras de Dennet: El problema de la mente no debe divorciarse del problema de una persona. Mirar los “fenómenos de la mente” solo puede ser mirar lo que una persona hace, siente, piensa, experimenta; las mentes no pueden ser examinadas como entidades separables sin conducir inevitablemente a espíritus cartesianos.

El esencialismo de poder explicar fenómenos, reduciendo las causas de algo a un elemento claramente identificable y aislado del resto, lo solemos hacer de manera inconsciente. Sin embargo, las metáforas acerca de cómo funciona el cerebro hay que tomarlas con cierta reserva.

¿Por qué ocurre esta discrepancia académica?

Una persona estudiada en estos temas comprende (en diferentes grados) que un fenómeno como una emoción, un pensamiento o una conducta va mucho más allá -fisiológicamente y filosóficamente- de una molécula ubicada en una estructura cerebral específica.

A lo largo de la historia de las neurociencias, han existido errores de interpretación, que son sutiles pero constantes. Pongo un ejemplo común: Asumir que el hemisferio izquierdo del cerebro es analítico y el derecho, creativo. Esto tiene algo de verdad, como por ejemplo que en el hemisferio izquierdo encontramos el área de Broca, relacionada con la generación del habla, así como el área de Wernicke, relacionada con la comprensión de esta. Sin embargo, esto no quiere decir que solo esas dos estructuras participen en el lenguaje, ni que el hemisferio derecho sea irrelevante para la comunicación, al contrario, la evidencia actual muestra que ambos hemisferios participan en el procesamiento y ejecución del lenguaje en diferentes grados. Lo mismo sucede con el tema de la creatividad, donde se conoce que ambos hemisferios participan, aunque en diferentes proporciones.

Entonces, ¿hasta qué punto necesitamos profundizar para que la información pueda considerarse verdadera?

Esto en la docencia universitaria parece claro, ser tan riguroso como la evidencia (y el propio conocimiento) lo permita. Sin embargo, la información arrojada por un electroencefalograma, una resonancia magnética funcional o una tomografía por emisión de positrones, requiere de la interpretación de los científicos, los cuales no están exentos de sesgos que ni siquiera la estadística empleada puede resolver en ocasiones. Esto ha derivado (y lo seguirá haciendo) en acaloradas discusiones dentro del círculo académico, que requieren recurrir a metaanálisis e incluso a la dialéctica, como sucede con el tema de la consciencia.

Cada quien barre para su lado

Esta discrepancia académica en la interpretación, actualización y difusión de la información en neurociencias, alimenta la controversia criticando la labor científica y comunicativa por parte de algunos académicos y divulgadores científicos hacia otros académicos y divulgadores científicos, así como medios de comunicación en general.

Un neurocirujano o un neurobiólogo no necesariamente es entendido en temas de filosofía de la mente, y un filósofo de la mente no necesariamente es experto en neuroanatomía o neurofisiología. En la psicología, podemos encontrar desde neuropsicólogos, psicólogos clínicos, cognitivos, conductistas y humanistas, por mencionar algunos. Todos ellos dirigiendo su formación y su lenguaje a diferentes fines dentro de un mismo marco, utilizando conceptos con una base común, pero diferentes enfoques que les resulten útiles a sus necesidades.

Todo lo anterior nos deja entrever que hablar sobre el cerebro es bastante complicado, dada las dimensiones académicas que esto conlleva.

¿El cerebro no piensa? Un individuo es a su vez, un conjunto

La falacia mereológica reduce al individuo a un conjunto de células nerviosas que toman decisiones y ejecutan conductas, en lugar de considerar al individuo como un todo. Bajo esta lógica, resulta incorrecto afirmar que “el cerebro piensa”, pues no considera al individuo en sí, sino únicamente a una de sus partes.¿Entonces pensamos con algo más que el cerebro? La evidencia muestra que nuestros procesos cognitivos son procesados en diferentes partes del encéfalo, pero este, sin conectar a un sistema circulatorio que le brinde de oxígeno y nutrientes, un sistema muscular que ejecute sus acciones y un sistema óseo que lo proteja y soporte al individuo que represente a este todo, no, el cerebro no puede pensar por sí solo.Mi corteza visual no ve por sí misma, ni tu lóbulo frontal es el que toma decisiones de manera autónoma. Cuando te aproximas a hablarle a alguien que te atrae, no es solamente tu hipotálamo estimulando hormonalmente a tus genitales, ni tu corteza prefrontal silenciando a la amígdala para vencer ese miedo al rechazo. Sino que es la suma de todo ello, interactuando al mismo tiempo con un entorno, una educación y cultura acompañada de memorias, experiencias, aprendizajes, y creencias, todo codificado en forma de engramas y circuitos neuronales específicos salpicados con cocteles químicos específicos de hormonas, neurotransmisores, proteínas, factores de crecimiento, neurotrofinas, etc. El que ve o el que toma las decisiones es el individuo en su totalidad. Un individuo es a su vez, un conjunto.

Como podemos darnos cuenta, toda esta controversia se trata de cómo comprender y describir el funcionamiento de los seres humanos como individuos biopsicosociales, y no únicamente como partes unidas de tejido nervioso que, mediante procesos electroquímicos, toman decisiones...¿Por qué es importante este debate?Esto al lector promedio podría resultarle poco relevante o algo obvio, hasta cierto punto. Pero tras esta discusión académica, subyacen temas que abarcan desde una incorrecta divulgación científica, pasando por la educación siendo víctima de neuromitos que puedan afectar la enseñanza y el aprendizaje, hasta una mala práctica en psicoterapia.Una frase del filósofo Aristóteles que resulta muy acorde a esta controversia entre intelectuales de las neurociencias dice que: “La virtud es un punto medio, entre dos vicios extremos”Por un lado, el sobre simplificar conceptos como: “la oxitocina es la hormona del amor, la dopamina es la hormona (¡que no es hormona!) del placer, la serotonina de la felicidad y la paz” es poco acertado científica y semánticamente, pues dichas hormonas y neurotransmisores se reducen a una acción o concepto en particular, ignorando que también se vinculan a sensaciones de celos, discriminación, adicciones, movimiento y hasta trastorno obsesivo compulsivo, entre otros procesos fisiológicos.

Por lo que reducir algo tan complejo en términos neurobiológicos como a nivel de individuo y de sociedad, a una sola sustancia, es una verdad a medias.

Por el otro lado, ponernos tan estrictos y fundamentalistas con estos temas, requeriría que todo el público (estudiantes y no estudiantes) tuviera que ser entendido en temas de filosofía y de neurociencias a cierta profundidad para poder acceder y comprender a esta información tan útil y necesaria para la sociedad. Esto no estaría nada mal en realidad, y de hecho nos ayudaría a limar muchos malentendidos con otros temas de relevancia que siguen formando mellas en el tejido social y el entendimiento del ser humano tanto como individuo como componente de una sociedad.

Pero, seamos realistas. Estamos muy lejos de ese ideal. En la práctica tanto de la docencia, como de divulgación, resulta poco viable emplear tantos tecnicismos científicos y análisis filosóficos que terminan abrumando al lector o estudiante promedio, quien solo busca cultivarse un poco después de una dura jornada de trabajo o escuela. Incluso este fundamentalismo académico puede resultar un tanto elitista, si consideramos que muchas personas, no pueden costearse un curso en filosofía de la mente y otro en neurofisiología, siendo que ni siquiera tienen acceso a esta información por medios diferentes a la divulgación científica u otros los medios de comunicación.

El dilema de la difusión y divulgación en neurociencias

Nos encontramos entre la encrucijada donde debemos elegir: ¿Alcanzar un mayor interés por parte de las personas gracias a un contenido simple y entendible para todos, incluso si este se sobre simplifica llegando al sensacionalismo y verdades a medias?, o ¿publicar información académica dura y pura que solo podrá ser entendida por los estudiosos de estos campos?

La respuesta la tienes cuando entras a las redes sociales, y miras un poco de cerca los contenidos publicados por diferentes sitios que publiquen o compartan información sobre neurociencias (aunque este fenómeno aplica a todos los saberes humanos). Encontramos información tan sobre simplificada que cae en neuromitos y sensacionalismo científico, o en el otro extremo, información que resulta tan técnica que queda limitada a los círculos especializados y público con mucho tiempo libre.

¿Qué opina la Célula de Purkinje?

Vuelvo a citar la frase Aristotélica de Ética Nicomáquea: “La virtud es un punto medio, entre dos vicios extremos”

Desde mi perspectiva como docente y divulgador, intento alcanzar ese punto medio entre información rigurosa pero flexible y entretenida. Aunque, como coincidirán otros colegas, a veces el material nos queda demasiado técnico, mientras que otras veces parece demasiado simple o superficial. Encontrar un balance es un tanto relativo, según el propio dominio del tema, así como el del lector.

Siempre soporto la información que brindo, citando fuentes confiables como libros especializados o artículos científicos, aunque también cito notas de divulgación de otros medios de comunicación. Por supuesto que lo anterior no me hace inmune a posibles sesgos inconscientes, al igual que puede suceder con otros docentes, científicos y divulgadores. Siempre intento ser imparcial y objetivo, aunque formo parte de ese grupo de personas que considera que la objetividad es un tanto ilusoria. Siéntete libre de discrepar, pero esto es algo tan constante en nuestra especie, que podría decir que es parte de nuestra naturaleza, quedando evidenciado en todas las discusiones y discrepancias académicas que han existido, existen y seguirán generándose en el campo de las neurociencias, o cualquier campo de conocimiento, al entrar a cierta profundidad.

Lo más importante aquí, apreciado lector, es saber lo que tú piensas. Tú eres la razón por la que todos los medios divulgativos (formales e informales) existimos. Por cierto, gracias por llegar hasta aquí. En verdad aprecio ser leído, esperando poner mi granito de arena en la educación y divulgación de la ciencia.

Para saber más:

https://psicologiaymente.com/psicologia/falacia-mereologicahttps://www.academia.edu/.../Philosophical_foundations_of...

https://www.researchgate.net/.../287546115_Homunculi_the...¿Mi cerebro piensa? La falacia mereológica. La máquina de Von Neuman. Por Santiago Sánchez-Migallón Jiménez